Parte de la entrevista llevada a cabo por La Gavilla Verde el 18 de agosto de 2010:
Fuente: La Gavilla Verde
Parte de la entrevista llevada a cabo por La Gavilla Verde el 18 de agosto de 2010:
Fuente: La Gavilla Verde
La impunidad de las fuerzas represivas era tal que no tenían ningún tipo de miramiento a la hora de pasar por la picana a cualquier supuesto sospechoso. En este artículo contamos lo acontecido a una de estas personas, Francisco Quintanilla Quintanilla, guarda rural jurado de Casa de Belmontejo, del término de Los Pedrones (Requena). Torturado por el cabo 1.º del cuartel de Cofrentes, Antonio Morado Rico, tuvo que confesar, para que dejaran de torturarle, que había tenido contacto con los guerrilleros de la AGLA, a pesar de que no era verdad. Posteriormente, fue empujado al vacío por un precipicio y quedó muy maltrecho.
Hombres como el cabo 1.º Antonio Morado Rico fueron necesarios en la Dictadura franquista, no solo en su estrategia de eliminación de la oposición armada ―la guerrilla antifranquista― o cualquier tipo de oposición política, sino también para suministrar a la población la dosis de terror imprescindible a fin de mantenerla sumisa y dócil y así poder conservar un poder que se había conseguido de manera ilegítima mediante un fracasado golpe de Estado que derivó en guerra de exterminio.
"La confesión del Torturador. Guardas rurales, guardias civiles y guerrilleros antifranquistas en los montes valencianos", Oleana. Cuadernos de Cultura Comarcal, Centro de Estudios Requenenses, n.º 39, 2023, pp. 141-166.
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El catedrático jubilado de Geografía de la Universitat de València, Juan Piqueras Haba, presentó el 11 de junio de 2022 en la XXXVII Feria del Libro de Requena su último trabajo: El Rebollar. Su historia y sus familias. Incluye El Matutano y otras casas de labor. Lo edita Arcís Ediciones S.L. y como fecha de edición aparece mayo de 2022. El libro pertenece a la colección que Juan Piqueras está dedicando a la historia y las familias de las aldeas del término de Requena. En otra entrada de este blog, que lleva por título Un relato de la Guerra Civil y de la Resistencia armada antifranquista en Campo Arcís al gusto de la historiografía franquista, hablamos por extenso de su anterior trabajo: Campo Arcís. Patrimonio histórico y cultural, publicado también en Arcís Ediciones S.L. el año 2020. En aquel libro Juan Piqueras incluía dos capítulos en los que hablaba, con mucha ligereza y sin apoyo documental, de dos episodios de la historia de España: la Guerra Civil y los maquis. En las cuarenta páginas que dedicaba a estos acontecimientos no solo aparecían falsedades y medias verdades, sino que en ocasiones también manipulaba la verdad histórica presentándonos un relato muy próximo al que nos venía ofreciendo la historiografía franquista sobre estos hechos.
En su último trabajo sobre la aldea de El Rebollar el autor se ha contenido y solo ha dedicado seis páginas a estos dos episodios, una de las cuales está destinada a los maquis. Esta vez ha decidido echar al guiso solo un pellizquito de “maquis” para darle algo más de sabor y color al libro. Siempre que se haga desde la objetividad y el respeto por quienes lucharon contra la Dictadura, esta pizca de “maquis” puede darle un buen saborcito de memoria democrática al guiso, sobre todo en estos tiempos de reacción fascistoide, pero si se hace desde la desfiguración de la historia ―como hace Juan Piqueras― esa pizca de “maquis” puede estropearnos el guisado.
El marco en el que Juan Piqueras introduce al lector al hablar de los maquis ―la guerrilla antifranquista― es el mismo marco que la historiografía franquista ha venido utilizando tradicionalmente para desprestigiar el fenómeno de la lucha armada antifranquista: el del bandolerismo. Un bandolerismo, en este caso, de ámbito muy local o, a lo sumo, regional. Si en los siglos xviii y xix el fenómeno del bandolerismo se adscribía, sobre todo, a las regiones andaluza, castellana y catalana, el profesor Piqueras ha decidido considerar a la guerrilla antifranquista como una especie de “bandolerismo maqui” que se dio en los años cuarenta del siglo xx en la región levantina; como si se tratase de un fenómeno pintoresco y autóctono de esta zona, aunque carente del romanticismo con el que se ha venido caracterizando al bandolerismo andaluz de los siglos anteriores.
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