República, Guerra Civil y Resistencia antifranquista en la comarca Requena-Utiel y alrededores
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martes, 13 de junio de 2023

LA CONFESIÓN DEL TORTURADOR. GUARDAS RURALES, GUARDIAS CIVILES Y GUERRILLEROS ANTIFRANQUISTAS EN LOS MONTES VALENCIANOS

   Durante la dictadura franquista la práctica de la tortura se llevó a extremos jamás vistos. Fue una práctica tan generalizada que algunos historiadores han calificado este periodo como un «estado general de tortura», posible gracias al clima de impunidad existente y a la demonización y deshumanización a las que fueron sometidos implacablemente los vencidos. El uso sistemático de la tortura encontró amparo en leyes como la de 8 de marzo de 1941, por la que se reorganizaban los servicios de Policía. Una ley que pretendía corregir los «defectos de la vieja organización liberal y democrática», exigiendo a los Organismos encargados de la defensa del Estado «una mayor eficacia y amplitud, así como aquellas modalidades que impone la necesidad de una vigilancia rigurosa y tensa de todos sus enemigos». Esta nueva Policía tenía como objetivo llevar a cabo una «vigilancia permanente y total», cuyo referente lo encontraba «en los Estados totalitarios» pues aplicaban «una acertada combinación de técnica perfecta y de lealtad».

La impunidad de las fuerzas represivas era tal que no tenían ningún tipo de miramiento a la hora de pasar por la picana a cualquier supuesto sospechoso. En este artículo contamos lo acontecido a una de estas personas, Francisco Quintanilla Quintanilla, guarda rural jurado de Casa de Belmontejo, del término de Los Pedrones (Requena). Torturado por el cabo 1.º del cuartel de Cofrentes, Antonio Morado Rico, tuvo que confesar, para que dejaran de torturarle, que había tenido contacto con los guerrilleros de la AGLA, a pesar de que no era verdad. Posteriormente, fue empujado al vacío por un precipicio y quedó muy maltrecho.

Hombres como el cabo 1.º Antonio Morado Rico fueron necesarios en la Dictadura franquista, no solo en su estrategia de eliminación de la oposición armada ―la guerrilla antifranquista― o cualquier tipo de oposición política, sino también para suministrar a la población la dosis de terror imprescindible a fin de mantenerla sumisa y dócil y así poder conservar un poder que se había conseguido de manera ilegítima mediante un fracasado golpe de Estado que derivó en guerra de exterminio.

"La confesión del Torturador. Guardas rurales, guardias civiles y guerrilleros antifranquistas en los montes valencianos", Oleana. Cuadernos de Cultura Comarcal, Centro de Estudios Requenenses, n.º 39, 2023, pp. 141-166.

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