Parte de la entrevista llevada a cabo por La Gavilla Verde el 18 de agosto de 2010:
Fuente: La Gavilla Verde
Parte de la entrevista llevada a cabo por La Gavilla Verde el 18 de agosto de 2010:
Fuente: La Gavilla Verde
Amancio Borja Moya nació el 26 de septiembre de 1912 en Casas de Moya. Tras el fracasado golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que derivó en una guerra civil, Amancio Borja se unió a las filas del Ejército Popular de la República para frenar la sublevación fascista. Llegó a sargento en la XII Brigada Internacional. Tras la derrota republicana pasó a Francia, donde acabaría enrolado en una de las compañías de trabajo militarizadas que construían la línea Maginot de defensa contra el inminente ataque alemán. Tras ser hecho prisionero por los alemanes fue enviado al campo de Mauthausen y desde allí trasladado al de Gusen, donde el 27 de noviembre de 1941 falleció a los 29 años por «debilidad circulatoria y deterioro físico», según constaba en el acta de defunción.
Román Pérez Murcia nació el 9 de agosto de 1903 en El Retorno, aldea de la ribera de El Cabriel. Enrolado también en las filas del Ejército Popular de la República, tras la derrota pasó a Francia. Durante la ocupación nazi del país fue apresado y deportado el 13 de diciembre de 1940 al campo de Mauthausen. El 17 de febrero de 1941 fue trasladado al de Gusen, donde falleció el 29 de noviembre de 1941 a los 38 años de edad. Si nos fijamos en la fecha, su muerte tiene lugar dos días después de la de Amancio Borja Moya, lo que nos lleva a pensar que ambos fueron asesinados, cada uno en una tanda. En el campo de Gusen se dio un altísimo porcentaje de asesinatos por gaseamiento, sobre todo de los presos débiles o enfermos.
Fausto Jiménez Pérez nació en Jaraguas el 26 de septiembre de 1910. Fausto sobrevivió al Holocausto y escribió sus memorias, de modo que tenemos más información sobre su vida. Las memorias fueron publicadas cuando él ya había fallecido. Las editó su yerno, José Luis Canet, casado con Dolores Jiménez Plaza, hija de Fausto. Fueron publicadas por la Universitat de València en 2007 con el título de Un testimonio más.
Por nuestra parte, también investigamos en su día sobre Fausto Jiménez y su hermano Ricardo, fundador del Partido Comunista en Jaraguas. En nuestro libro La guerrilla antifranquista en la comarca Requena-Utiel (desde sus orígenes hasta 1947). Crónica rural de la posguerra, publicado por la Institució Alfons el Magnànim en 2018, damos cuenta de sus vidas, ligadas ambas a la lucha antifascista.
Las inquietudes políticas de Fausto le llevaron a fundar en Jaraguas junto a otros jóvenes de la aldea el Centro Español de Izquierda Republicana. La creación de este Centro debió ocurrir sobre el año 1932. Aquí pasaban el tiempo sus miembros leyendo periódicos y discutiendo de política. La composición de sus afiliados era muy heterogénea pues los había de Izquierda Republicana pero también de tendencia anarquista y socialista. Su hermano Ricardo y otros compañeros fundarían más tarde el Partido Comunista en la aldea, al que se unirían Fausto y otros afiliados del Centro al poco de estallar la sublevación militar del 18 de julio de 1936, alistándose también como voluntarios para ir a luchar al frente. Fausto será nombrado teniente afecto a la Sección de Operaciones de la 27.ª División, participando en las operaciones del Alto Aragón, donde fue ascendido a capitán. Su compañía, destinada en el frente norte de Aragón y empujada por el avance del ejército franquista, se vio obligada a cruzar la frontera el 11 de febrero de 1939 por Camprodon. En el exilio francés siguió militando activamente en el Partido Comunista desde el campo de refugiados de Saint-Cyprien y después desde el de Bacarés, donde pasó a integrar la 190.ª Compañía de Trabajadores.
La “ley de fugas” es un tipo de ejecución extrajudicial que fue practicada en España por la fuerza pública a mediados del s. XIX para acabar con el bandolerismo andaluz. En los años veinte del siglo pasado, el general Martínez Anido la empleará contra las organizaciones obreras de Barcelona, elevando su uso a verdadero terrorismo de Estado. En este artículo examinamos su aplicación por parte del dictador Francisco Franco en su lucha contra la resistencia armada antifranquista y sus puntos de apoyo en la comarca Requena-Utiel.
Los directores generales de la Guardia Civil impusieron medidas excepcionales y llevaron a cabo una guerra sin cuartel para lograr el exterminio de toda oposición al régimen franquista. Camilo Alonso Vega, al asumir el mando de la Benemérita, establecerá una política muy dura de premios y castigos entre sus subordinados. Hubo numerosos guardias que fueron expulsados del cuerpo, otros muchos pidieron la baja voluntaria e incluso los hubo que fueron eliminados por sus compañeros por ser considerados demasiado “blandos”, como hemos podido comprobar en nuestro estudio. El premio por guerrillero muerto en la zona de actuación de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón era de mil pesetas y un mes de permiso. Esto, unido a que las fuerzas de seguridad tenían carta blanca para actuar, llevó al uso abusivo de la aplicación de la “ley de fugas”. En la comarca Requena-Utiel fueron víctimas de este proceder: Ricardo López Martínez (Roberto), César García Martínez, Luis Yeves Carrasco, Marcelino Chiva Pérez (Tarzán), Marcelino Hernández Alfaro (Lafuente), Anselmo Miota Sayas (Corzo), Dionisio Salom Pérez y Esteban Pardo Defez.
El franquismo se sirvió de este procedimiento no sólo para eliminar la resistencia armada y cualquier tipo de oposición política, también lo utilizó contra personas sin vinculación con el antifranquismo y en épocas en las que la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón ya se había disuelto. Es el caso de Santiago Ginés Miguel, Antonio Ginés Miguel y Epifanio Olivares Sancho. Este uso indiscriminado de la aplicación de la “ley de fugas” se debe a que fue uno más de los muchos medios que utilizó el régimen franquista a lo largo de su existencia para prolongar el estado de terror entre la población y lograr mantener el control social y el poder, que había conseguido de manera ilegítima mediante un fracasado golpe de Estado que derivó en una guerra de exterminio.
Descarga directa del artículo: AQUÍ
Con motivo de la celebración del 90 aniversario de la proclamación de la Segunda República, la editorial Libros del Zorro Rojo ha reeditado en marzo de 2021 la obra icónica de la enseñanza de la lectoescritura destinada a alfabetizar los soldados del Ejército Popular que publicó el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en abril de 1937, a cuyo frente estaba el comunista Jesús Hernández. No es ningún capricho nostálgico, la Cartilla escolar antifascista, junto a la obra complementaria, la Cartilla aritmética antifascista, fue seleccionada en 2016 por la Biblioteca Nacional de España como una de las quince obras más representativas del arte español para exponer en la plataforma Europeana, la Biblioteca Digital Europea, que reúne las bibliotecas digitales de toda la Unión Europea. La Cartilla escolar antifascista comparte honores con el techo policromado de las Cuevas de Altamira, el Apocalipsis del Beato de Liébana y otras doce obras más del patrimonio cultural de España.
A inicios del s. xx, la tasa de analfabetismo en España era una de las más altas de Europa, superaba el 65%. A lo que había que añadir que más de un 60 % de población en edad escolar no estaba escolarizada. Tradicionalmente, los caciques y la oligarquía se habían valido de mantener al pueblo en la ignorancia para mejor someterlo y controlar el poder. Nada más proclamarse la Segunda República el Gobierno republicano-socialista hará un esfuerzo colosal invirtiendo en educación para sacar al pueblo de su ancestral atraso. Este esfuerzo se verá truncado y boicoteado tras el triunfo de la derecha en las elecciones de diciembre de 1933. La victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 hará que las reformas y el esfuerzo inversor en el ámbito educativo que se había iniciado en el primer bienio republicano continúen, incluso a pesar de la sublevación militar del 18 de julio y la guerra civil que le siguió.
El Ministerio de Instrucción Pública emprendió una campaña sin precedentes para sacar del analfabetismo al pueblo. La Cartilla escolar antifascista que editó para alfabetizar a los soldados del Ejército Popular supuso un gran salto innovador, tanto a nivel pedagógico como gráfico, respecto a otros materiales existentes. El texto fue compuesto en los famosos talleres de Tipografía Moderna de València, por la que pasaron obras de Max Aub, Antonio Machado o Luis Cernuda, y en la que se celebraban tertulias literarias protagonizadas por la flor y nata de los escritores republicanos. Para los trabajos de fotocromía e impresión se recurrió a Gráficas Valencia. Hoy en día se considera una obra maestra, no sólo por su innovador uso de la tipografía y el fotomontaje sino también por su valor propagandístico, tan necesario para que los soldados del Ejército Popular fuesen conscientes de los motivos por los que combatían. Se luchaba por una República democrática, pero también por el derecho a la cultura.
El artículo completo:
Enlace directo al PDF del artículo: AQUÍ