Echarse al monte: Venta del Moro y aldeas

Echarse al monte

En el siglo XIX era muy habitual la expresión "echarse al monte" para referirse a la acción de apartarse de las zonas pobladas con el objetivo de huir del rigor de la justicia. Pero también se popularizó la expresión para aludir a la guerra de guerrillas que tuvo lugar en el territorio español contra las tropas francesas. Durante la Guerra Civil la expresión estuvo emparejada a la acción de huir al monte para evitar caer en manos de las tropas fascistas sublevadas que sembraban el terror allí por donde pasaban. En los montes de Galicia, León, Asturias, Cantabria, Extremadura, Toledo y Andalucía se formaron grupos de guerrilleros que se habían echado al monte desde la sublevación militar de 1936. Durante la Segunda Guerra Mundial, hubo grupos de resistentes -entre ellos numerosos republicanos españoles exiliados- que también se echaron al monte para luchar en las guerrillas o combatieron en las filas de las fuerzas regulares de los Aliados con el objetivo de acabar con el nazi-fascismo en tierras de Francia, Italia, Grecia, Polonia, Rumanía, Yugoslavia, Checoslovaquia, Hungría, Austria, Alemania, Noruega, la Unión Soviética, Egipto, Túnez, Libia, Argelia, Siria, Líbano, Eritrea, Chad, Camerún.... En francés, la expresión equivalente será "prendre le maquis", y en italiano "gettarsi alla macchia". Desde entonces, "echarse al monte", "prendre le maquis" y "gettarsi alla macchia" adquirirán también el sentido de "Resistencia", de guerra de guerrillas contra el fascismo. Liberada Francia en julio de 1944, grupos de guerrilleros españoles en el exilio cruzarán los Pirineos para proseguir la lucha contra el franquismo ayudando a las Agrupaciones de guerrilleros que se habían formado en la península y extendiendo la lucha de guerrillas por otras zonas como el País Vasco, Madrid, Ávila, Ciudad Real, Aragón, Cataluña, País Valenciano, Cuenca, Guadalajara y Albacete. La brutal represión ejercida por las fuerzas del régimen llevará a que, de nuevo, numerosos colaboradores de la Resistencia armada contra el franquismo se vean en la necesidad de tener que echarse al monte y unirse a las guerrillas para intentar salvar sus vidas. La gran mayoría de estos resistentes han sido olvidados por la Historia, pero sus anónimas historias nos muestran un incómodo pasado del que todos provenimos, por más que se le haya querido enterrar. Reconocer su lucha por restituir la democracia y las libertades es lo mínimo que se puede hacer si queremos que España deje de ser una anomalía histórica por no haber sabido pasar la página de su pasado fascista.

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