Esperanza Martínez García nació el
27 de abril de 1927 en Atalaya de Villar del Saz de Arcas, una población de la
provincia de Cuenca que, a pesar de tan largo y pomposo nombre, estaba
compuesta por tan solo diez o doce casas
habitadas por sendas familias dedicadas al cultivo de la tierra. Como ocurría
en este tipo de localidades de la España rural, para asistir a la escuela había
que desplazarse a cinco kilómetros de la aldea. Lo mismo ocurría para acceder
al médico, que funcionaba por iguala y al que había que ir a buscarlo en una
caballería.
Cuando Esperanza tenía nueve años
vivió un impactante suceso, el primero de tantos que marcarían su azarosa vida
y despertarían su conciencia social. Aquel día Esperanza estaba en cama con
tosferina casi a punto de morir. También tenían la enfermedad sus hermanas
Amadora y Angelina y otro hermanito pequeño. Su madre, Matilde García, que
entonces contaba 38 años, se puso de parto de dos niñas mellizas, que, a falta
de asistencia médica, murieron, al igual que su madre y el hermanito pequeño,
víctima de la tosferina. Los cuatro miembros de la familia fallecidos aquel
aciago día fueron enterrados en la misma tumba. Esperanza y sus cuatro hermanas
que sobrevivieron a la tosferina quedaron en la más triste y dolorosa orfandad,
complicándoseles el trabajo y las condiciones de vida. Ella fue la única de las
hermanas que medio pudo asistir al colegio.
Trece años después de aquel
trágico episodio en la vida de la familia Martínez tuvo lugar otro importante
acontecimiento que quedaría grabado en la memoria de Esperanza pues marcaría un
punto de inflexión en la trayectoria vital de toda la familia. El 19 de
diciembre de 1949, ella, su padre Nicolas Martínez Rubio, sus hermanas Amadora
y Angelina (de 19 y 17 años respectivamente), su cuñado César García Lerín (de
29 años y casado con su hermana Amancia) y varios miembros de una familia amiga
de la vecina localidad de Mohorte se echaban al monte para evitar caer en manos
de la Guardia Civil pues desde hacía dos años colaboraban con los guerrilleros
del 5.º Sector de la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). Los de
Mohorte eran: Reme Montero Martínez, que tenía 23 años, uno más que Esperanza;
Fernando Montero Martínez, de 18 años, y Eustaquio Montero Cotillas, padre de
ambos. Atrás dejaban su casa, las mulas, los cerdos, las gallinas, la burra, el
ganado y el perro, Lucero, que tantas veces les avisó de la llegada de la
Benemérita. La casa de los Martínez quedó vacía pues sus otras dos hermanas,
Prudencia y Amancia, vivían en casa de sus respectivos maridos. El de Amancia,
César, también tuvo que echarse al monte junto al resto de la familia Martínez,
dejando a Amancia sola con un hijo que acababa de nacer dos días antes.