Pedro Alcorisa Peinado (Matías), uno de
los últimos guerrilleros antifranquistas del AGLA
Teófilo
Gallega
El 21 de julio fallecía en Burjassot Pedro Alcorisa
Peinado, uno de los últimos guerrilleros que lucharon contra el régimen
franquista en la Agrupación Guerrillera de Levante y Aragón, donde fue conocido
por el apodo de Matías. Su muerte me sorprendió de vacaciones en Grecia,
por tierras abruptas que hoyaron los numerosos partisanos que hicieron frente a
los ejércitos nazis. Es frecuente ver en Grecia monumentos y placas
conmemorativas que rinden homenaje a sus partisanos y miembros de la
Resistencia. En España, la desmemoria y el olvido han teñido de oscuro nuestro
inmediato pasado. Por eso, personas como Pedro Alcorisa siguen marginadas de
nuestro imaginario colectivo.
Pedro nació
un 18 de enero de 1921 en Santa Cruz de Moya, pero la residencia familiar la
tenían en la aldea de Las Higueruelas. En enero de 1939 fue llamado a filas,
pero sólo estuvo tres meses pues la guerra acabó en abril. En 1942, con
veintiún años, fue convocado para realizar el servicio militar en el Ejército
del régimen franquista. Tres años y medio duró aquella etapa en la que se juntaron
seis o siete quintas pues la Segunda Guerra Mundial estaba en su apogeo y
Franco tenía movilizado a un gran contingente de soldados por lo que pudiese
acontecer en el transcurso de la guerra.
El primer
encuentro de Pedro Alcorisa con las guerrillas fue el 18 de noviembre de 1945.
Iba con un amigo a por leña al monte y al llegar a la fuente del Rebollo se
encontraron con Medina y con Paisano y los condujeron al
campamento que tenían cerca de allí. Les preguntaron los nombres y les dijeron
que una noche de aquellas un conocido de ellos iría a casa de Pedro Alcorisa y
le diría dónde tendría que ir y qué tendría que hacer. La noche del 20 de
noviembre, a las dos de la mañana, llegaron a su casa dos personas. Pedro
estaba con un primo suyo y sus padres ya se habían acostado. Le preguntaron si
estaría dispuesto a luchar contra el régimen franquista. Contestó que sí y
entonces le dijeron que tendría que hacer todo cuanto fuese necesario. Pedro
estuvo de acuerdo y les dijo que podían contar con él. Así es como Pedro se
convirtió en enlace de los guerrilleros. Los servicios que para ellos hacía
consistían en llevar cartas a determinado pueblo, recoger noticias de radio y
llevárselas al campamento o hacer de guía cuando los guerrilleros realizaban
alguna operación.
El 1 de junio de 1946 la Guardia Civil asaltó el
campamento de La Rebollosa, pero los guerrilleros fueron avisados antes y
pudieron huir. El asalto le sorprendió a Pedro en una misión en Tuéjar. Tras su
regreso a Las Higueruelas se enteró de que la Guardia Civil iba detrás de él. Fue cuando decidió “echarse
al monte” y unirse a los grupos de guerrilleros que entonces tenían sus
campamentos por la sierra de Javalambre.
En agosto de 1946, tras la reorganización de la
Agrupación Guerrillera de Levante, Pedro Alcorisa, junto a José Manuel Montorio
(Chaval), Antonio Ardanuy (Julio) y Salvador Peiró (el Peca),
fue trasladado al 5.º Sector de la Agrupación, cuyo centro se encontraba en la
comarca Requena-Utiel. La principal labor que Pedro hizo dentro del AGLA fue la
de guía y enlace con los diferentes grupos y sectores. Conocía muy bien el
terreno y sabía orientarse por aquellos montes y trochas de la vasta geografía que
abarcaba la Agrupación. Se orientaba por las montañas, que se las conocía como
la palma de su mano. A veces también se guiaba por las estrellas. La niebla era
su principal pesadilla. Pero raramente se extraviaba, y nunca llegó a perderse.
Los llanos de Requena-Utiel era la etapa que más larga se le hacía. Desde
Sinarcas cruzaban hacia Campo Arcís, dejando Utiel a la izquierda. Era
complicado cruzar todos esos llanos debido a la dificultad de orientarse, sin
apenas accidentes orográficos. A veces era tarea ardua coger el camino correcto
y se veían obligados a ir campo a través. Una vez tuvieron que hacer día en
medio de las viñas. En uno de esos abrigos que los labriegos construyen con
piedras. Allí aguantaron el día amagados. Otras veces les tocaba ocultarse en
medio del centeno, esperando la caída del sol para empezar de nuevo la marcha.
Las jornadas eran largas en aquellos llanos ―me comentaba Pedro―.
A Pedro le tocó ser testigo de muchos episodios de
crueldad por los que tantos antifranquistas pasaron durante la dictadura. Pero
uno de ellos fue especialmente duro para él y su familia. En abril de 1947 el
padre de Pedro, Román Alcorisa Monleón ―más conocido en el pueblo por el nombre
de Teófilo― y otros vecinos de Las Higueruelas y algunas localidades de la
zona, fueron detenidos por la Brigadilla de Información de la Guardia Civil y
conducidos al cuartel de Arrancapinos. Algunos murieron allí tras varios días
de tortura. Su padre fue uno de ellos. Teófilo Alcorisa fue asesinado el 24 de
abril. El acta de defunción indicará «asfixia por suspensión». Pero no parece
que debamos achacar a la casualidad que en el listado del libro de defunciones
figure la misma causa de muerte en Teófilo Alcorisa y en los otros dos nombres
anotados con anterioridad a éste. Las expresiones “asfixia por suspensión” y
“choque traumático” son repetidas con demasiada frecuencia en el mencionado
libro.
Durante los años que duró la guerrilla la Guardia
Civil puso un destacamento en Las Higueruelas y las palizas fueron el pan de
cada día para muchos vecinos. Esta aldea llegó a ser conocida por los guardias
de Talayuelas como la Aldea Roja. En la vecina aldea de Casas del Marqués
también hicieron muchos males los guardias, recordará Pedro. Aunque, ya en
guerrillas, transitó varias veces por su aldea, nunca volvió a pasar por su
casa. Su madre le creía muerto.
En 2007, Pedro y sus hermanas decidieron enterrar
los restos de su padre, que yacían en una fosa común del cementerio de
València, junto con los de su madre, Maximina, enterrados en el cementerio de
Burjassot. De esta manera, los hijos pretendían cumplir con la última voluntad
de su madre. No sabían que se enfrentarían, a estas alturas de la “democracia”,
a una dura batalla legal al negarse la entonces alcaldesa, Rita Barberá, a dar
el permiso para proceder a la exhumación de Teófilo Alcorisa. La batalla llegó
hasta la ONU, donde el exjuez Baltasar Garzón actuó como abogado de la familia.
Naciones Unidas puso el caso de la exhumación de Teófilo Alcorisa como un
ejemplo de los obstáculos que España ponía a las investigaciones sobre víctimas
de desaparición forzada bajo la dictadura franquista. En 2016, el Ayuntamiento
de València, formado por Compromís, PSPV y València en Comú, autorizó la exhumación
y corrió con los gastos de ésta.
Pedro Alcorisa
fue uno de los guerrilleros que tras la disolución del AGLA en 1952
consiguieron llegar a Francia en una arriesgada operación de evacuación
organizada por el PCE. A su grupo le tocó marchar en tren. Desde Xàtiva fueron
a Madrid, desde allí a Pamplona y desde esta localidad, a pie, cruzaron los
Pirineos. Una vez en Francia fueron a un punto de apoyo. A Pedro lo trasladaron
a Burdeos, luego a París y nuevamente a Burdeos. Trabajaba en una casa para
poder pagarse la pensión, pero apenas cobraba por su trabajo. Estuvo así seis
años, con algunas misiones esporádicas para el partido como enlace fronterizo
para cruzar a personas hacia España. En 1958 se reunió con él en Francia su
paisana María Pastor, que poco más tarde se convertiría en su esposa. Un año después, como no tenía forma de
mejorar su situación en Francia, decidió marchar a la República Democrática
Alemana con la ayuda del PCE. En 1960 Pedro y María se casaron y un año después
nació su hija Carmen.
Allí, en Dresde, había muchos españoles, 30 o 40
familias, recuerda Pedro. Y en Berlín otras tantas. Todos estaban organizados a
través del PCE. Enrique Líster, que residía en Praga, era el responsable del
control de estos militantes. Pedro Alcorisa aún recuerda las visitas de Líster,
Modesto, Zapirain, Álvarez y Leandro Carro. Pero a quien con más entusiasmo
recibiría sería a su antiguo camarada, compañero y jefe en las guerrillas
Florián García Velasco (Grande), que entonces vivía en Praga y se
desplazó varias veces a Dresde para visitarle. También recuerda Pedro la
solidaridad de la comunidad de exiliados españoles, que dieron mucho dinero y
ropa destinada a los huelguistas asturianos y a las familias de los
encarcelados.
Tras la muerte de Franco regresó a España, fijando
su residencia en Paterna y más tarde en Benimaclet. A su aldea de Las
Higueruelas no regresó hasta el 5 de agosto de 2008, fecha en la que los restos
de José Argilés Jarque (Manolete), su antiguo compañero y vecino, fueron
trasladados de una fosa común en Villarejo de la Peñuela a su aldea de Las
Higueruelas.
Pedro Alcorisa era un
hombre tranquilo. Cuanto más difícil se ponía la situación, más tranquilo
estaba. “Hay quien se pone nervioso y eso es malo”, me decía. Ese carácter suyo
le libró en muchas ocasiones de situaciones comprometidas. Pedro siguió siendo
un hombre tranquilo, además de humilde, toda su vida. Ya en el exilio, cuando
desde Francia se trasladó a Dresde en 1959, empezó a trabajar en una fábrica de
aviación, donde llegó a ser supervisor. A veces las temperaturas eran de 25º
bajo cero. Pero a pesar del frío o la nieve él no fallaba. Le concedieron cinco
medallas al trabajo en los diecinueve años que pasó allí. La última imagen que
tengo de él sigue siendo la de un hombre tranquilo y humilde. El mes pasado fui
a visitarlo a la residencia de Burjassot donde también vivía María, su mujer, a
quien hacía ya tiempo el Alzheimer había hecho estragos en su salud. Le entregué un ejemplar de mi libro “La
guerrilla en la comarca Requena-Utiel”. Él lo recibió con gratitud, pero con la
tranquilidad y la humildad de quien cree que sólo hizo en la vida aquello que
cualquier persona justa y cabal hubiese hecho. Ni más, ni menos.
*Los datos aquí aportados están
sacados del libro: “La guerrilla antifranquista en la comarca Requena-Utiel
(desde sus orígenes hasta 1947). Crónica rural de la posguerra” y de varias
entrevistas y encuentros mantenidos con Pedro Alcorisa Peinado.
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